La magia nos atrapa

El ruido de un motor encendido nos despierta sobre las 8 de la mañana. Después de quince minutos, al molesto ruido se suma el olor a gas-oil, así que Angel salió a llamarles la atención. Sorprendido ante nuestra  queja dijo en italiano que “solo eran cinco minutos” pero la cara de Angel no debió de gustarle por  lo que decidió apagarla. Lo curioso es que habían llegado ayer y estaban conectados a la luz, por lo que no entendíamos el motivo de encender el motor. Si hubiéramos estado en su país no habríamos dicho nada, pero eran ellos los visitantes y  además, en un camping, así que aplico mi filosofía de dejarles claro que aquí “NO vale todo”, como muchos piensan. Y por supuesto lo comentamos al regresar en recepción.

Así que cuando se nos pasó el enfado desayunamos y nos  prepararnos para “atacar” nuestro segundo día en la ciudad. Tomamos el tren a las 10,00 h ya que teníamos hora para visitar la Sagrada Familia para las 11,00h.

Nos bajamos en la estación de El Clolt de Aragó para tomar después la línea 2 del metro hasta la estación de la Sagrada Familia. A las 10,35 salíamos por la boca de metro para quedar otra vez impresionados a los pies de esta …espectacular… magnífica… grandiosa....encontrar un calificativo justo que la defina es francamente muy difícil.

Después de la primera impresión la segunda vino ante las enormes colas que había para sacar las entradas. Daban la vuelta por completo a todo el conjunto. Nos calcularon que aproximadamente más de una hora de espera. 

Nosotros las habíamos sacado a través de Internet, siguiendo la estupenda sugerencia de unos foreros, aunque su compra tuvo su anécdota. Intenté adquirirlas a través de un cajero de Servicaixa. Había dos, y siguiendo la Ley de Murphy, elegí el que no era y no me ofrecía opción para sitios fuera de Madrid. Así que cambié. Pero en éste, al ir pasando “niveles de dificultad” y cuando estaba al final me dice que seleccione fila y asiento. “¡Quéeee! en algo me he equivocado, así que comienzo de nuevo”. Pero nada, llegados a ese punto, insistía en que realizara la elección “imposible”, así que llamé al teléfono explicando lo que me pasaba. La amable señorita que me atendió me sugirió que posiblemente no “quedaran localidades” para esa función, a lo que sorprendida por la respuesta no pude por menos que informarla de lo que era la Sagrada Familia. La pobre, creo que algo avergonzada, no supo que decir y yo decidí hacer la compra a través de Internet, que confieso, no me gusta. 13,80 euros por persona y accedimos inmediatamente por una entrada junto a las taquillas normales que tiene un cartel de servicaixa. Nos ahorramos mucho, mucho tiempo, y cansancio.
Nos informan de un ascensor que lleva a la parte superior. Hay que pedirlo ahora y la demora es de una hora. Lo interesante, a parte de las vistas, parecen ser las escaleras, pero hay que bajarlas a pie y mi rodilla se resiente mucho bajando escaleras y a veces me da miedo a que se me quede “encasquillada”, así que rechazamos esta opción y nos dispusimos a entrar en el templo.

Y realmente es aún mucho más magnífico que lo que uno piensa encontrarse. Si el exterior es ya de por sí espectacular, el interior deja boquiabierto. 

Lo primero que se hace y además creo que es absolutamente inevitable, es elevar la vista hacia arriba, y los ojos se pierden entre tanta maravilla. Gaudí aquí ha sabido jugar con el color, la luz, las formas, líneas curvas, rectas, ángulos, la simetría, la asimetría, la imaginación …todo se conjuga para crear una sensación mágica, y el visitante se siente en el centro de algo grandioso y único. Luego, una vez que los ojos han “tocado” algo de la belleza que pueden abarcar, la cabeza tiene que girar para seguir admirando y a los movimientos de la cabeza sigue el giro del propio cuerpo. Todo sin movernos del sitio como si nos hubiéramos quedado pegados al suelo  tratando quizás de asimilar  y comprender lo que vemos....Y con la boca abierta…

El templo de la Sagrada Familia, fue inicialmente proyectado por otro arquitecto, Francesc de Paula y Villar en un vecindario de campos y casas bajas y sus obras iniciadas en 1881. Pero un año después Gaudí tomó las riendas de  para hacer la iglesia más fascinante de todos los tiempos, una “biblia arquitectónica” que se ha transformado en símbolo de la ciudad.

A la muerte de Gaudí en 1926, sólo se había construido una de las torres de una fachada y parte del muro exterior del ábside.  La Guerra civil paralizó las obras  y se perdieron muchos de los planos  y bocetos de la Sagrada Familia, retomándose en 1944, creando un nuevo proyecto que se adaptara de forma fiel a las ideas del arquitecto y a lo poco que pudo recuperarse de su taller comenzándose entonces la construcción de la fachada de la pasión con esculturas de Subirachs.

Gaudí, quien se inspiraba en la naturaleza, concibió el interior de este templo como si fuera un bosque y creo columnas con forma de tronco de árbol, con sus nudos, y que se dividen en ramas para sostener las bóvedas. Y efectivamente, la sensación que produce en el visitante es la de estar en un impresionante bosque de piedra de árboles gigantescos cuyos troncos se elevan hacia el cielo buscando la luz.

El altar mayor está situado sobre la cripta, rodeada de siete capillas absidiales.También pensó en un claustro que rodeara la iglesia y que sirviera para hacer procesiones. Todo ello, excepto la cripta donde se encuentran los restos de Antoni Gaudí, está en proceso de construcción. Ésta solo puede visitarse durante los horarios de misa ya que no forma parte de la visita.

Una vez acabada la obra, constará de 18 torres cuya altura será distinta en función de la jerarquía religiosa que representan: la mayor en el centro de 170 metros dedicada a Jesús y rodeada de otras cuatro algo más pequeñas que representarán a los evangelistas, doce en honor a los apóstoles y la última, situada sobre el ábside, dedicada a la Virgen. De estas 18 torres únicamente están erigidas ocho.
En cuanto a las fachadas, la basílica tiene tres y todas cargadas de un gran simbolismo: la fachada del nacimiento, dedicada al nacimiento de cristo. Es la más antigua de todas y está profusamente decorada. Y cuando la contemplaba, recuperé otro pedacito que se encontraba escondido en mi memoria. Recordé que había estado aquí y que entonces, con mi mente infantil, no conseguía comprender muy bien qué hacían una especie de “chorretones” o “mocos” colgando de la fachada de una iglesia. Comprendí ahora que lo que pude ver 45 años atrás era esta fachada. Es curioso como las imágenes se quedan gravadas en nuestras mentes infantiles y pueden permanecer ocultas para siempre y olvidadas, si nada hace evocar este recuerdo.

La fachada de la pasión es algo más austera y simple que las otras y pretende reflejar la muerte de Jesús. Y aquí nos fijamos en un “sudocu” que ideó Subirachs. Los números de verticales y horizontales suman siempre 33.

La fachada principal, la de la Gloria,  en proceso de construcción es más grande y monumental que las demás que representa la muerte, el Juicio final, la gloria y el infierno. Gaudí fue consciente de que no iba a tener tiempo para construirla, por lo que dejó los bocetos para que sus sucesores pudieran crearla. En cuanto a su terminación, hemos oido fechas como el 2030, aunque dado que es un templo “expiatorio”, es decir, construido a partir de donaciones, su fecha de finalización podría estar muy lejos.
Tras rodear por el exterior el templo intentando fijar nuestra atención  en algunos detalles hermosos de acabado, nos dirigimos al sótano donde se pueden ver los dibujos originales, maquetas, planos,  fotografías así como la evolución de su construcción.

Nos llama especialmente la atención la denominada maqueta funicular”  recreada aquí y que es un modelo de cómo Gaudí  concebía el elemento clave para él de la estructura: el arco parabólico o catenario  utilizado para soportar presiones. En un tablero de madera fijado en el techo dibujó la planta de la iglesia de la Colonia Güell, y de los puntos sustentantes del edificio –columnas, intersección de paredes– colgó los cordeles (para los funiculares) con los sacos de perdigones (para las cargas), que así suspendidos daban la curva catenaria resultante, tanto en arcos como en bóvedas. De aquí sacaba una fotografía, que una vez invertida daba la estructura de columnas y arcos que Gaudí estaba buscando. Sobre estas fotografías Gaudí pintaba el contorno ya definido de la iglesia, remarcando hasta el último detalle del edificio, tanto arquitectónico como estilístico y decorativo. La maqueta original tenía cuatro metros de altura y se destruyó durante la Guerra Civil. La que se expone aquí es una reproducción.
Por último visitamos la antigua escuela.

Fascinados y atrapados por la magia que este genial arquitecto es capaz de crear, nos resistíamos, casi más de una hora y media después, a dejar este lugar, que realmente es un templo de homenaje al  arte, la imaginación, la creatividad, la religiosidad, la simbología, la belleza, la estética, y a la armonía total y casi perfecta…una auténtica maravilla, todo un monumento a la geometría que solo un genio como Gaudí fue capaz de crear. Ha sido de las pocas obras “humanas” que consiguen despertar emociones intensas. Creo, como ya he dicho antes, que nadie puede quedarse impasible ante esta maravilla, ante este derroche de belleza y genialidad. Podrá gustar o no gustar, pero su contemplación detenida seguro que genera alguna emoción, por pequeña que sea. Así nos alejamos un poco para disfrutar de su silueta desde en  el cercano parque.

Creo que únicamente pensando que ahora nos dirigíamos a disfrutar de otras de sus obras, conseguimos despegarnos “físicamente” de este lugar. Así, tomamos la línea 5 del metro hasta la estación de Diagonal y de allí trasbordamos a la línea 3 hasta Lesseps, siguiendo las indicaciones de Ramón. Desde aquí nos quedó un paseíto por la ruidosa travesera de Dalt siguiendo las indicaciones que aparecían en algunos postes hacia el Parque Güel.

Subimos una pronunciada cuesta por la que transitaban turistas, hasta que llegamos a lo que parecía la entrada principal al parque flanqueada por los pabellones de entrada inicialmente destinados a la consejería.

Una auténtica “marea humana” llenaba la escalinata de acceso que tiene el famosísimo dragón de cerámica de colores. Imposible fotografiarlo sin alguien que no estuviera haciendo una foto junto a él.

Por desgracia, el gran número de personas que llenaban esta escalinata limitan la contemplación de todo el conjunto en toda su belleza y magnitud, pero  poco a poco, según el gentío se va diluyendo uno se empieza a dar cuenta de que  aquí parece haber una identificación casi plena y sorprendente entre naturaleza y arquitectura.

El conde Güel le encargó a su amigo Gaudí la construcción de una urbanización de lujo rodeada de un inmenso jardín con vistas sobre la ciudad, pero comenzaron a ver que el proyecto iba a ser un fracaso comercial ya que la zona se encontraba lejos del centro de la ciudad. Entonces el proyecto siguió únicamente para las zonas comunes de esta urbanización. Después del inicio de la segunda Guerra Mundial las obras se paralizaron y cuatro años más tarde la muerte los herederos del Conde Güel lo vendieron al ayuntamiento de Barcelona convirtiéndose a principios del siglo XX en un parque público.

La escalinata da acceso a una espectacular sala hipóstila que tiene 86 columnas que soportan el peso de una gran plaza que hay encima. Esta sala es todo un derroche de color e imaginación.

Leo que el parque Güel es la “plenitud artística de Gaudí” ya que aquí llevó a la práctica soluciones arquitectónicas basadas en la “geometría reglada”. Aquí parece desbocarse la imaginación y creatividad de Gaudí  y toda su obra aparece magistralmente integrada con su entorno. Además, parece cargada de simbolismo religioso y político

Subimos después a esta plaza. El famoso  banco ondulado que se encuentra a lo largo de todo el perímetro de ella y que mide 110 metros, obra de un colaborador de Gaudí y que tiene una apariencia de serpiente cubierta con pequeñas piezas de cerámica de colores, prácticamente ha desaparecido debajo de las posaderas de los turistas que toman el sol y contemplan las vistas de la ciudad. Casi no quedan huecos, aunque al final podemos conseguir uno donde admirar una vez más, el colorido de los trozos de  cerámica que cubren este gigantesco banco. Y Angel vuelve a comentar que una escombrera de azulejos hubiera hecho las delicias de este genio.

Nos retiramos a un lugar más tranquilo para devorar nuestros bocadillos y subir un poco después a  la parte superior del parque. A los pies, la vista abarca toda la ciudad de Barcelona y se dibujan sus edificios más emblemáticos.

Ahora comenzábamos el descenso, más fácil, porque la cuesta se las trae. Antes de salir del parque, de nuevo intentamos hacer una foto a la “lagartija” sola…imposible. Y lo curioso es que a ninguna hora parece disminuir el número de turistas, ni a las 12,30 o 13 hora de comer “europea”, ni de 13,30 a 15,30 o 16, hora “nacional”…

En un comercio de la cuesta compramos una lagartija de colores que hoy cuelga original de nuestra chimenea y tomamos la “rumorosa” travesera de Dalt de vuelta a la estación de metro y aquí, la línea 3 nos deja directamente en la estación de Drassanes, final de la Rambla. 


Y me acerqué emocionada a la estatua o monumento a Colón, construida a finales del XIX con motivo de la exposición universal. Aquí recordaba haber estado de niña. En aquel entonces, y con los mismos 60 metros de altura de hoy,  me pareció mucho más alta. Y busqué la entrada para ascender a la base. Angel se retiró y yo lo hice como una especie de “resarcimiento” hacia mi infancia, muy muy justa económicamente. Entonces, no me subieron arriba, claro, que yo ni sabía que se podía…Y me puse a un pequeña cola, que resultó muy pesada, ya que únicamente podían subir tres personas cada vez, con lo cual la espera se alargo casi media hora, cansada y aburrida. 


Una vez arriba, hermosas vistas de la ciudad, aunque lo que realmente merece la pena es contemplar La Rambla y la gente que se mueve nerviosa en un ir y venir, como pequeñas hormiguitas sin rumbo fijo. Cuando bajé el sol se estaba ya poniendo pero aún me faltaba una cosa más: visitar la reproducción de “La Niña” la carabela de Colón. Pero cuando llegué me encontré con una reproducción de la nao que dio la primera vuelta al mundo ¿me había fallado la memoria?. Por supuesto que no. Yo creo que los recuerdos infantiles se graban casi a fuego y a veces son de una tremenda exactitud, para lo bueno y para lo mal. Me dijeron que años atrás, esta reproducción había sido quemada por miembros de un grupo independentista y en su lugar pusieron esta otra.
Estábamos ahora al otro extremo de donde habíamos comenzado nuestra visita a esta ciudad. Cayendo la noche decidimos deshacer el camino que en la mañana del día anterior habíamos hecho y finalizar nuestra visita en la plaza de Cataluña, a modo de agradecimiento a esta hermosa y hospitalaria ciudad que desplegando toda su belleza y encanto como las plumas de un pavo real, había conseguido hechizarnos con su magia atrapándonos en su historia y en su modernidad.

Así subimos La Rambla disfrutando por última vez del bullicio de sus transeúntes y turistas, de sus puestos donde se podía encontrar de todo, de sus originales espectáculos callejeros y no pudimos resistirnos a entrar de nuevo en La Boquería y aquí “piqué” cual “guiri” que era y compré unos chocolates que luego comprobé que estaban a precio de jamón ibérico (68,50 euros/kilo). Había ya muchos puestos cerrados y no estaba tan “viva” como por la mañana. Pequé con un delicioso helado y nos llevamos una coca para desayunar al día siguiente.

Alrededor de las 19 horas llegamos a la plaza de Cataluña, muy animada e iluminada con cientos de luces de colores, y tras encontrar la entrada correspondiente al tren de todas las que había, pusimos rumbo al camping.

Al día siguiente, sin nada importante que destacar de nuestro regreso, estábamos ya descansando en casa.


Un mes después "siento" aún esta ciudad que me fascinó y que consiguió seducirme. La vi y la sentí. La recordé y quedé atrapada en ella como quedé, por unos segundos, en mi abrazo con Neus.


Mª Angeles del Valle Blázquez
Enero de 2012